mercoledì, giugno 03, 2009

El ratón enjaulado luchó a muerte contra su rival. La herida en el cuello fue letal. Le observó mientras se desangraba, y cuando se hubo asegurado de que su corazón no latía más, se afiló los colmillos contra los barrotes de hierro de la jaula, y comenzó a devorarle de la cabeza a los pies. Se hinchaba los carrillos al tiempo que desaparecían cabeza, extremidades, tronco. Primero la carne, luego los huesos. No vivió el tiempo suficiente para contarlo, pero de todas maneras, era un roedor. No podía hablar.