quería trepar por los tallos de las flores sin pisarlos. quería escalar por la vegetación hasta llegar a las nubes. quería cansarse, para así poder sentarse a descansar. quería manchar el cielo con sus botas llenas de barro. pero justo cuando estaba más convencido y ya tenía la rodilla flexionada y un pie en alto, se acordaba, de repente, de que le daban miedo las alturas.

De nuevo se enciende una mecha en un rincón de su estómago. Arden las vísceras de una en una, la llama se extiende, el calor se apodera de su interior y todo se reduce a cenizas. No es la primera vez que se queda hueca, sabe que esto pasará. Solo tiene que dejar de respirar y no soplar, no llenarse de aire, no echar a volar.