mercoledì, novembre 22, 2006

Me sangran las heridas producidas por los mordiscos de las ratas que devoran cruelmente todo aquello con lo que se topan y que han sido capaces de acabar con todos los pequeños perrillos del vecindario, aunque no con mi gato, que cada día está más gordo a fuerza de alimentarse de alguna de ellas, y es que no es difícil cazarlas ya que están por todas partes, y cuando ven peligro no se socorren las unas a las otras, sólo huyen y se esconden buscando una nueva presa. Y no puedo cerrar los puños porque las heridas no se cierran y mis dedos se han hinchado y el dolor ya no es dolor sino espanto porque no sé hasta cuándo tendremos que seguir aquí encerrados conviviendo con estos seres, desde luego como mínimo hasta que el mundo exterior se tranquilice un poco y no sea tan arriesgado salir a dar un paseo. Y mi cenicero no se llena de colillas porque también eso les gusta.