De nuevo se enciende una mecha en un rincón de su estómago. Arden las vísceras de una en una, la llama se extiende, el calor se apodera de su interior y todo se reduce a cenizas. No es la primera vez que se queda hueca, sabe que esto pasará. Solo tiene que dejar de respirar y no soplar, no llenarse de aire, no echar a volar.
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